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(...) Cuando ya tenemos autoconciencia, debemos elegir los propósitos y principios que pondremos en práctica en la vida; de otro modo alguna otra cosa llenará el vacío, y perderemos nuestra autoconciencia para ser como animales rastreros, cuya finalidad primordial es la supervivencia y la reproducción. Las personas que viven en ese nivel no están viviendo, están siendo vividas. Están reaccionando, no toman conciencia de los dones singulares que dormitan sin desarrollarse en su interior.

 

Y para desarrollarlos no hay atajos. Rige la ley de la cosecha: siempre recogemos lo que sembramos, ni más ni menos. La ley de la justicia es inmutable, y cuanto más coherentes seamos con los principios correctos, mejor será nuestro juicio sobre cómo funciona el mundo, y más precisos nuestros paradigmas, nuestros mapas del territorio (...) Una conciencia moral cada vez más educada nos impulsará en la senda de la libertad, la seguridad, la sabiduría y el poder personales.

 

R. COVEY, Stephen, Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva,

Barcelona, Paidós, 1997, 344-345.

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